Me encanta que mi universidad no esté en Madrid capital. Y es que I love el Cercanías. No solamente por las obvias ventajas pragmáticas (es mucho más rápido que moverse en metro y siempre hay más asientos) sino por la noción romántica del viaje. Habiendo crecido en Zaragoza capital, para mí, ir en tren y ver campo significa viaje. Aunque, como en este caso, sea de solo veinte kilómetros, porque en el estómago siento lo mismo que en un viaje largo... Viendo caballos, nieve o pinos del amanecer entre Almazán y Quintana. ¡Y la unión que ha roto la muerte un día!
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